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Zona de pastos que resultaría afectada

Acabaría con pastos comunales y zonas de importancia ecológica

Tras ser rechazados los proyectos Kresada y Aldane por su relevante impacto medioambiental, otra empresa, Arena Green, parece dis­puesta a volver a la carga con una nueva iniciativa de parque eólico que afectaría de manera importante a las estribaciones sureñas de la Sierra de Andia, atravesando el valle de Gesalatz, Goñi y Salinas de Oro. Este nuevo plan ocuparía zonas de pastos comunales ancestrales, ade­más de secanos cerealistas, abriendo nuevas pistas que no responden a las necesidades agrícola-ganaderas de la zona, con el consiguiente impacto también en la fauna autóctona.

Así lo ha denunciado la plataforma Urbasa Andia Bizirik, quien considera que dicho proyecto «dejará su impronta en nuestros paisajes, con torres de 150 m de altura, con aspas de 70 m que dibujarán círculos de 150 m de diámetro, plataformas de hor­migón de soporte para las palas, líne­as de evacuación de Muniain a Orkoien, pistas-carreteras en carras­cales, robledales y hayedos (Errozelonzia, Auzalor)».

Dicho organismo critica que «este fenómeno industrial aterriza en nuestros pueblos cargado de sus razones, razones que viajan en forma de euros, compensaciones económi­cas a particulares o a entidades loca­les, mientras juegan al despiste con la opacidad de la información, la nula transparencia y las conversacio­nes privadas a varias bandas, que permiten dibujar un plan B, un plan C y los que hagan falta».

En este sentido, apunta que «mien­tras en las cocinas se cuecen estos ingredientes, por nuestros pueblos se extiende la sombra de la duda, la incertidumbre, la desconfianza en unas empresas que con apenas capi­tal social pretenden traernos su desarrollo, su economía generadora de cuantiosos beneficios económi­cos que finalmente pararán en manos de inversores extranjeros, de fondos buitre o empresas especula­doras. Pingües beneficios sin límite de tiempo, mientras repartirán entre los vecinos y vecinas las migajas del conflicto social, las promesas de frontones cubiertos, piscinas con fecha de caducidad o un local social».

Urbasa Andia Bizirik también pone de manifiesto que «llama la atención cómo ha cuajado socialmente la aceptación, sin pestañear, de estos paisajes eólicos, paisajes abandera­dos por una transición energética urgente y necesaria. Y nos pregunta­mos, qué ocurriría si esa misma urgencia y necesidad se trasladara a la ganadería extensiva con demos­trados beneficios ambientales, como agentes activos en la prevención de incendios, como productores de ali­mento de calidad. Con claros benefi­cios sociales en la revitalización rural, con potencial para afianzar y asentar población rural. Qué ocurri­ría si en la agenda política se incluye­ra esta urgencia y necesidad en las inversiones del sector agroganadero extensivo y lo defendiera con el mismo ímpetu. Si el sector fuera defendible desde la dignidad del ofi­cio, desde su vinculación al territo­rio, desde los “pasivos ambientales” positivos que desprende. ¿Cuánto vale prevenir un incendio? ¿Cuánto vale un alimento saludable? Sin lugar a dudas, mucho más que un frontón cubierto, o unas piscinas en un con­texto en el que el agua apunta a ser un recurso cada vez más demandado y con un cambio de prioridades en el horizonte».

«La falta de una planificación ener­gética de todo el territorio navarro resulta el ingrediente perfecto para que periódicamente surjan avalan­chas de industrias eólicas y solares, que juegan con un “órdago a gran­de”, desplegando sus intereses por los cuatro puntos cardinales», con­cluye esta asociación.