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El último proyecto en el que están trabajando es el paraje de Basozelai, en Arruazu, con una superficie de 18 hectáreas.

Ganaderos de Sakana, trabajando codo con codo con vecinos e instituciones, encadenan ya varios años esforzándose en la tarea de recuperación de sus dehesas tradicionales, con la vista puesta en que sean utilizadas para el silvopastoreo y como espacio de ocio. En un principio, se llevaron a cabo sendas iniciativas en Irañeta y Etxarri, y ahora le toca el turno a Arruazu, concretamente al paraje denominado Basozelai.

Se trata de un robledal con una extensión de 18 hectáreas –primero se actuará sobre 11 hectáreas y después en las restantes siete-, en el que ya se ha procedido, por orden, a la colocación de malla ganadera, descuaje de arbustos y clareo de arbolado. Posteriormente, se desbrozarán ramas y matorral, para llegar a la fase de aprovechamiento pastoril.

La intervención se encuadra dentro del Plan Estratégico de Sakana, iniciado hace una década y, entre cuyos objetivos, se encuentra la gestión de los espacios comunales en ecosistemas vinculados al sector primario. “Se plantea la necesidad de que en el valle exista una ganadería extensiva, de carácter familiar y sostenible, que esté sujeta a los recursos naturales que nos rodean”, explica Aritz Ganboa, ganadero de Arruazu.

Dicho y hecho, este último proyecto que se está aplicando en Basozelai se inició en la pasada legislatura y se le ha dado continuidad en la presente. De momento, esta primera etapa de clareado de la zona -se dejan exclusivamente los árboles más grandes y centenarios- solo ha permitido la entrada de ganado caballar (pottokas), pero está previsto el ovino y también otros de índole mayor. “La realidad es que en esta primera fase es necesaria una mayor carga ganadera para que acabe germinando la hierba”, acota Ganboa.

En este sentido, también se persigue que dicha área sea aprovechada por el ganado porcino, que se podría beneficiar en su alimentación de las nutritivas bellotas, si bien la legislación navarra prohíbe actualmente que dichos animales sean pastoreados en zonas comunales por el posible riesgo de transmisión de algunas enfermedades, “aunque vamos a pelear para que cambie dicha normativa”.

Ganboa critica que un “ecologismo mal entendido” ha acabado llevando a que muchas áreas boscosas se hayan dejado de gestionar, convirtiéndose en una masa forestal sin aprovechamiento, pero sobre todo, sin control, lo que puede derivar en riesgos peligrosos, hablamos de incendios, o el retroceso de algunas especies vegetales autóctonas. “Hay que devolverles su condición de espacios singulares, con diversos usos sociales, abandonando la idea de que se trate de zonas prohibidas”, argumenta.

Y este ganadero de Arruazu pone en valor que el proceso para cambiar la utilidad de estas áreas se haya realizado mediante un proceso de carácter comunitario. “Es muy importante el marco donde se toman las decisiones, pues ahí intervienen los ganaderos, vecinos e instituciones. Que estas dehesas sean un punto de actividad motriz y estratégica depende de que los medios de gestión estén en manos de todos”, -concluye.